el pipilaSu supuesto nombre era Juan José de los Reyes Martínez Amaro y nació el 3 de enero de 1782, en la casa número 90 de la calle del Terraplén, de San Miguel el Grande, (hoy San Miguel de Allende, Guanajuato), siendo hijo de Pedro Martínez y María Rufina Amaro. Estudió en su ciudad natal, pero en su juventud entró a trabajar a las minas de Guanajuato, como barretero y después encargado de un grupo de barreteros, a los que manejaba como jefe inmediato. Fue según la leyenda compadre del intendente Riaño, de la Alhóndiga de Granaditas, y cuando llegó la insurrección de independencia, con alguno de los mineros se enroló en las filas insurgentes, abandonando su trabajo y las comodidades logradas.
Los mineros le habían apodado, desde joven, el Pípila, nombre que se le da en El Bajío al guajolote o pavo doméstico, quizá por las pecas que llenaban su cara dándole el aspecto punteado del plumaje de esas aves (otra versión afirma que se debía a que su risa asemejaba el graznido de dichos animales). Acompañó al ejército de Miguel Hidalgo, desde San Miguel el Grande, su pueblo natal, hasta Guanajuato, donde Juan Antonio Riaño defendía la Alhóndiga, depósito de granos y semillas, después de que la citada ciudad había caído ya en manos de los insurgentes. Hidalgo se presentó en Guanajuato el 28 de septiembre de 1810, instando a Riaño para que rindiera la plaza. Este se negó a entregarla y se reforzó dentro de la Alhóndiga.
Todos los embates insurgentes contra la Alhóndiga resultaron inútiles, hasta que Hidalgo y los jefes insurgentes opinaron que sólo podría tomarse la alhóndiga si se quemaba su puerta principal, por la cual podrían pasar los asaltantes. Juan José de los Reyes Martínez arengaba a algunos soldados, cuando Hidalgo lo llamó y le habló de la necesidad de quemar la puerta. El Pípila dijo que él lo haría, se cubrió la espalda con una losa y tomando una antorcha encendida de las que usaban los mineros en los túneles y un puñado de varas de ocote, se dirigió a la puerta, entre una lluvia de balas, le prendió fuego, esperando por casi siete minutos para que la gran puerta cediera.[1] La Alhóndiga pudo así ser tomada, pero la guarnición realista y los refugiados españoles en ella fueron masacrados, excepto el intendente Riaño, que había caído en el combate.
El Pípila tomó parte en muchas acciones guerreras más y volvió luego a sus minas, viviendo una larga vida; pues murió el 25 de julio de 1863, en la ciudad de San Miguel de Allende, Guanajuato. Se dice que murió a causas de polvo y gases de la mina.
Los mineros le habían apodado, desde joven, el Pípila, nombre que se le da en El Bajío al guajolote o pavo doméstico, quizá por las pecas que llenaban su cara dándole el aspecto punteado del plumaje de esas aves (otra versión afirma que se debía a que su risa asemejaba el graznido de dichos animales). Acompañó al ejército de Miguel Hidalgo, desde San Miguel el Grande, su pueblo natal, hasta Guanajuato, donde Juan Antonio Riaño defendía la Alhóndiga, depósito de granos y semillas, después de que la citada ciudad había caído ya en manos de los insurgentes. Hidalgo se presentó en Guanajuato el 28 de septiembre de 1810, instando a Riaño para que rindiera la plaza. Este se negó a entregarla y se reforzó dentro de la Alhóndiga.
Todos los embates insurgentes contra la Alhóndiga resultaron inútiles, hasta que Hidalgo y los jefes insurgentes opinaron que sólo podría tomarse la alhóndiga si se quemaba su puerta principal, por la cual podrían pasar los asaltantes. Juan José de los Reyes Martínez arengaba a algunos soldados, cuando Hidalgo lo llamó y le habló de la necesidad de quemar la puerta. El Pípila dijo que él lo haría, se cubrió la espalda con una losa y tomando una antorcha encendida de las que usaban los mineros en los túneles y un puñado de varas de ocote, se dirigió a la puerta, entre una lluvia de balas, le prendió fuego, esperando por casi siete minutos para que la gran puerta cediera.[1] La Alhóndiga pudo así ser tomada, pero la guarnición realista y los refugiados españoles en ella fueron masacrados, excepto el intendente Riaño, que había caído en el combate.
El Pípila tomó parte en muchas acciones guerreras más y volvió luego a sus minas, viviendo una larga vida; pues murió el 25 de julio de 1863, en la ciudad de San Miguel de Allende, Guanajuato. Se dice que murió a causas de polvo y gases de la mina.
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